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Proyecto Visión 21

¿A qué locura que ahora rechazo luego me uniré?

Francisco Miraval

Se cuenta que un día un hombre vio con asombro cómo todas las personas de su aldea perdían la cordura tras tomar agua contaminada. Por eso, el hombre en cuestión consiguió agua limpia y la siguió tomando. Pero eventualmente, al ver que era la única persona cuerda en el lugar, decidió él también tomar del agua contaminada y unirse a la locura.

La primera vez que leí esa historia fue en El Canto del Pájaro, de Anthony De Mello, quien cuenta esa y otras historias con magistral elegancia. Sin embargo, entre leerla y  entenderla pasó mucho tiempo. ¿Quién, después de todo, en su sano juicio puede renunciar a la razón y unirse a la locura?

Responderé contando dos historias, ambas mías y sin la profundidad ni la enseñanza de las que cuenta De Mello.

En la década de 1960, uno de mis pasatiempos de niño era mirar (en blanco y negro y en español) los primeros episodios de Viaje a la Estrellas, en los que el Capitán Kirk guiaba su nave espacial en busca de nuevos mundos y nuevas civilizaciones.

En uno de esos episodios, el oficial científico, el Sr. Spock, ponía en una ranura de la computadora un pequeño cuadradito de colores y, de manera asombrosa, podía extraer la información almacenada en ese cuadradito.

Recuerdo que la idea me pareció ridícula. ¿Cómo iba a ser posible almacenar tanta información en un pequeño cuadradito? Y, con tantos libros disponibles, ¿quién iba a querer usar “cuadraditos” para almacenar información?

Muchos años después, ya hacia mediados de la década de 1990, un día puse un disquete dentro de la ranura de mi computadora y repentinamente comprendí que ya estaba haciendo lo mismo que tantos años antes yo había visto en la televisión y había rechazado como inverosímil e imposible. Yo había tomado del agua de la locura y ni siquiera me había dado cuenta.

Y también recuerdo un día, ya hace años, cuando vi salir al vecino que entonces vivía junto a mi casa, subirse a su carro y, una vez dentro del carro, comenzar a hablar por teléfono. Recuerdo que, al verlo, me pregunté quién en su sano juicio, teniendo teléfono en la casa o en la oficina, querría hablar por teléfono desde en el carro y conduciendo a la vez.

¿Tan apurado está, me dije, o tan importante es la llamada, que no pudo llamar desde la casa o esperar a llegar a la oficina? Obviamente, no pasó mucho tiempo para que yo mismo adoptase esa “locura” y comenzase a usar el teléfono dentro del carro (algo que ahora trato de evitar y no hacer.)

En definitiva, me uní a la locura y lo hice sin pensarlo.

Me pregunto qué otras locuras, a las que ahora rechazo, en poco tiempo serán tan aceptables y normales como computadoras o celulares. Y no me refiero sólo a cambios tecnológicos. ¿Será que la otra era la locura y ésta es la sensatez? ¿O será que ya no hay diferencia entre una y otra?

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