Menu

Proyecto Visión 21

¡Bienvenido! (pero con nuestras condiciones…)

Francisco Miraval

Recientemente leí la carta de aceptación que una universidad pública de Colorado envió a un joven a quien conozco. El título de la carta, en grandes letras, dice “¡Bienvenido!” Inmediatamente, los dos primeros párrafos felicitan al estudiante por haber sido aceptado en esa universidad.

El tercer párrafo comienza con una pregunta: “¿Necesita usted mudarse antes de la fecha indicada al dormitorio universitario?” Y luego sigue la respuesta: ¡Por supuesto que no!

A continuación se explican todas las razones por las que eso no es posible y además se agrega lo siguiente: “Por favor, no nos llame. No hace falta que nos llame. No hay excepciones”, indicándose que tampoco se debe tratar de hablar del tema con consejeros académicos o con personas de otros departamentos.

El resto de la carta enumera, en un tono similar, todas las restricciones que se imponen a los alumnos de primer año, así como todas las reglas que deben seguir y los compromisos que deben asumir.

Entiendo que las universidades (y de hecho cualquier otra institución) deban imponer reglas para mantener un ambiente adecuado de convivencia, aprendizaje y trabajo. Pero también me pregunto dónde quedó el “¡Bienvenido!” del encabezamiento de la carta, y si ese título encierra por lo menos un mínimo de sinceridad.

Sea como fuere, ese mensaje de “¡Bienvenido! (pero con nuestras condiciones)” se expresa, se ve y se vive en numerosos lugares, no solamente en la universidad que envío la mencionada carta. La única diferencia es que en esa carta la contradicción de actitudes queda en evidencia, ya que la aceptación y el rechazo se entremezclan en una misma página.

Sé que estoy buscando un nivel de honestidad y de coherencia que quizá no exista y que el “¡Bienvenido!” del título de la carta están tan vacío de sentido como la pregunta “¿Cómo está usted?”, que funciona más como un saludo ritual que como una pregunta real en espera de una respuesta.

Pero también sé (o creo saber) que esa misma actitud casi hipócrita que se revela en la carta de la universidad se extiende a todos los niveles de nuestra sociedad, en la que solamente le damos la bienvenida al otro si el otro acepta nuestras reglas y especialmente si el otro deja de ser quien es para transformar en uno de nosotros.

Un claro ejemplo de esa actitud es lo que le sucede a una persona a quien conocí recientemente, que tiene tres maestrías, un doctorado y ahora está cursando su segundo doctorado, siempre en universidades debidamente acreditadas.

Sin embargo, este hombre no ha podido encontrar un trabajo adecuado porque, a pesar de su sólida educación y su amplia experiencia laboral, tanto su aspecto físico como su manera de hablar inglés revelan que no nació en este país.

A este hombre y a otros se les dice “¡Bienvenidos!” y todo va bien durante los primeros momentos del intercambio, cuando todavía se emplean palabras como “felicidad” y “oportunidad”. Pero casi inmediatamente se descubre que el “¡Bienvenidos!” no era tan sincero como parecía.

Go Back

Comment

Blog Search

Blog Archive

Comments

There are currently no blog comments.