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Proyecto Visión 21

No se puede ni se debe creer ciegamente a nadie

La semana pasada escuché en una estación de radio una entrevista con un “experto”  que afirma que ciertos sistemas de creencias rígidos tienen un impacto negativo a nivel social y personal, especialmente si esas creencias se aceptan ciegamente y sin cuestionamientos.

Para resaltar su postura, este “experto” (al que en la radio le dedicaron dos horas) compartió una cita de Voltaire, el famoso y prolífico filósofo y escritor francés del siglo XVIII: “Quienes pueden hacerte creer algo absurdo pueden hacerte cometer algo atroz”.

La frase ciertamente es poderosa y encierra una clara idea sobre los peligros del pensamiento acrítico. Toda idea requiere una cierta acción y si llegamos a aceptar ciertas ideas, por más absurdas que sean, nuestras acciones no solamente serán absurdas, sino que serán atroces.

El problema es que, contrariamente a lo afirmado por este promotor del “pensamiento crítico” que nos impediría “caer en ilusiones”, Voltaire nunca expresó la frase antes citada.

Lo más cercano que Voltaire escribió es un párrafo en la décimo primera carta de Preguntas sobre los Milagros, un escrito de 1765. Allí, Voltaire expresa que “Ciertamente quien puede volverte absurdo también puede volverte injusto”.

Y Voltaire no estaba hablado de ideologías políticas (aunque ese podría haber sido el caso), sino de la invocación de ciertas creencias religiosas (específicamente, ciertos textos bíblicos) para justificar conflictos, enfrentamientos y guerras.

Voltaire califica de “absurdidad” a las creencias religiosas, a las que describe en la carta citada como “incomprensibles, contradictorias e imposibles”, porque pueden llevar (como lo han hecho) a guerras civiles o religiosas, o a los tribunales de la Inquisición.

En otras palabras, el “experto” que yo escuché en la radio, que tanto enfatizó la necesidad de separar la realidad de la ilusión y desarrollar un pensamiento propio, estaba simplemente repitiendo una frase de Voltaire que quizá encontró en Internet y que en definitiva ni siquiera es de Voltaire.

Si este “experto” (que no nombraremos) escribe un libro de más de 320 páginas para demostrar que todo sistema de creencias rígidas causa problemas sociales y neurológicos y una de las primeras frases en su libro está equivocada, o por lo menos no debidamente traducida o citada, ¿cuánto más se puede creer o aceptar del resto del libro?

¿Y si no podemos confiar en este “experto” que, según él, ha viajado durante años por todo el mundo para estudiar los temas de los que ahora escribe en el libro, entrevistando en ese proceso a numerosos científicos y líderes religiosos, si no podemos confiar en él, en quién entonces podemos confiar?

Si nos engaña en algo tan pequeño y si su libro contiene un error (o descuido) tan obvio desde el mismo inicio, naturalmente se puede asumir que él también nos pudiera estar engañando en otros temas más importantes o cometiendo errores o descuidos más grandes.

Y si un “experto” nos engaña, ¿no pasará quizá lo mismo con todos los otros “expertos”? Pero todos los entrevistados en los medios de comunicación siempre son “expertos”. Saque usted sus propias conclusiones.

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