Menu

Proyecto Visión 21

Lo opuesto de la educación no es la ignorancia, sino la pobreza

Se ha dicho, y con todo acierto, que lo opuesto del amor no es el odio, sino la indiferencia. La razón es clara: tanto el caso del amor como del odio se mantiene una relación, sea positiva (amor) o negativa (odio). Pero en el caso de la indiferencia, no hay relación alguna ni existe ningún intento de conectarse, aunque sea negativamente, con la otra persona.

De la misma manera, lo opuesto de la educación no es la ignorancia, sino la pobreza. La razón, nuevamente, es clara: tanto la educación como la ignorancia mantienen una relación con el saber, positiva o negativa. Pero la pobreza (entendida en el sentido más amplio de esa idea) elimina toda relación con el saber porque (como resulta obvio) sus urgencias existenciales son otras.

Por eso decía Gandhi que la pobreza es el mayor acto de violencia que un ser humano le puede imponer a otro. La pobreza le quita al ser humano la dignidad de ser humano y lo reduce a una mera cosa viviente, sin pasado y sin futuro, inmersa en un interminable presente de sufrimiento.

En otro contexto (pero en la misma época), el antropólogo estadounidense Oscar Lewis (1914-1970) definía “pobreza” no como la carencia de recursos materiales, sino como la incapacidad de una generación para preparar a la siguiente generación para el futuro propio de esa siguiente generación.

En otras palabras, para Lewis, la pobreza es el máximo fracaso intergeneracional y, de hecho, la máxima indiferencia intergeneracional al no poder o no querer que la siguiente generación tenga su propio futuro y asuma ese futuro con la preparación necesaria. 

Pero si la indiferencia es la hostil y consciente falta de relación entre las personas, ¿qué relación se pierde debido a la pobreza o, mejor aún, debido a una educación pobre? ¿Ante qué cosa somos indiferentes como resultado de una educación empobrecida? 

Somos indiferentes a la historia y, por eso, vivimos tratando de volver a un pasado inexistente y de escapar de un presente agobiante.

Por eso, si logramos salir del predicamento en el que ahora nos hemos metido y que nosotros mismos hemos construido, quedará por ver si la educación actual (peor que la educación bancaria ferozmente combatida por Freire) ha logrado preparar a la siguiente generación para desafíos aún mayores que un virus.

Desconocer el pasado provoca que, en medio de la pandemia, se digan tonterías como “Nunca antes había sucedido algo así”, cuando pestes y plagas han azotado a la humanidad por incontables milenios. Y desconocer el presente lleva a ignorar las advertencias de aquellos, por prestar profunda atención al presente, ya pueden ver el futuro. 

Y si la educación no es educación para el futuro, entonces no es educación en absoluto, sino que se trata de más bien de un adoctrinamiento, de un encierro mental y emocional que nos hace creer libres sólo porque tenemos Internet y redes sociales. 

Los jóvenes ya saben que no tienen futuro. Ahora los “educadores” deberían aprenderlo. Quizá lo harán si abandonan su indiferencia.

Go Back

Comment

Blog Search

Blog Archive

Comments

There are currently no blog comments.