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Proyecto Visión 21

Las obvias contradicciones a veces resultan intolerables

Francisco Miraval

Recientemente visité un lugar cerca de Denver en el que se pueden ver “un millón de luces de colores” (así dice el aviso) que cada año se instalan allí con motivo de las fiestas decembrinas. Pero la visita a este “sendero de luces” tuvo una inesperada y paradójica complicación.

Por tratarse de un espectáculo al aire libre, el lugar sólo está abierto después de la caída del sol, para que de esa manera puedan apreciarse las luces. Por ese mismo motivo, el espectáculo se realiza en un área un poco apartada de la ciudad. Lo paradójico es que, a pesar del “millón” de luces, no había ninguna luz en la entrada al lugar, haciéndose difícil saber dónde exactamente estaba el camino. Además, en el estacionamiento había una sola luz encendida.

El espectáculo resultó muy agradable, pero me llamó la atención esa innegable contradicción, fácilmente solucionable, de anunciar “un millón de luces” sin que haya ni una luz como para ver la entrada al lugar del millón de luces.

La situación me hizo acordar de un problema que tuve con una de mis computadoras hace un tiempo, cuando repentinamente apareció un mensaje indicando que la computadora no podía detectar el adaptador para la red (network adaptor). Por ese problema, como resulta obvio, la computadora no podía conectarse con Internet.

Apreté, entonces, el enlace con “Ayuda” que estaba en el mismo aviso antes mencionado e inmediatamente surgió la solución: la computadora se conectaría con Internet para identificar el problema y resolverlo. Pero el problema, claro está, era precisamente que la computadora no podía conectarse a Internet.

Dicho de otro modo, la computadora iba a conectarse con Internet para descubrir por qué no podía conectarse con Internet. Obviamente, si hubiese podido hacerlo, el problema que estaba tratando de resolver no hubiese existido. A veces me pregunto si yo soy el único que detecta y se irrita con esas contradicciones. Sinceramente, no lo creo.

Existen muchas otras contradicciones similares. Además de la exhibición de luces que deja la entrada y el estacionamiento a oscuras y de la computadora que propone conectarse con Internet para ver por qué no puede conectarse con Internet, está el predicador que comparte el verdadero significado de la Navidad.

Según este predicador (una persona real a quien recientemente escuché en la radio), la Navidad no debería ser una época de compras o de consumismo, sino un momento de intensa reflexión espiritual. Como él dijo, el verdadero significado de la Navidad es el amor y la entrega, no la cantidad de dinero que uno pueda gastar en regalos.

Para que no nos olvidemos de ese significado de amor y entrega, este predicador produjo un DVD que ese día vendía a un precio especial y que uno podía comprar en cantidad para dárselo como regalo a otros que necesitaban aprender sobre el verdadero mensaje navideño.

Esas evidentes contradicciones me resultan intolerables. Pero no tenemos más opción que aceptarlas ya que, como enseñaba Heráclito, sin ellas dejaríamos de existir y de ser humanos

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