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Proyecto Visión 21

La lucha para ser aceptados como personas

Francisco Miraval

En mis tareas de todos los días constantemente veo cómo las personas luchan para que,  por su presencia o su ausencia, sus aciertos o sus errores, se las reconozca precisamente como personas, algo que parece cada vez más difícil de conseguir.

Como dice Judith Butler en Undoing Gender: “No estamos simplemente luchando para que ciertos derechos se le agreguen a mi persona. Estamos luchando para que se nos entienda como personas”.

Ese constante esfuerzo para definir quién es humano, quién no lo es, y quien es humano pero no tanto quizá haya comenzado en la época de la coexistencia entre el Homo Sapiens y los Neanderthal. Más cerca en el tiempo, los griegos y, como consecuencia, los romanos, tenían las cosas una poco más claras: ellos eran los verdaderos humanos (civilizados) y todos los demás eran simplemente bárbaros (incivilizados).

Algunos, como el poeta romano Ovidio (43AC-17AD), sabían que la situación podría intercambiarse en cualquier momento. “Aquí el bárbaro soy yo, porque nadie me entiende”, escribió Ovidio en Trista desde su exilio en el Ponto.

Aún más cerca en el tiempo, la llegada de los primeros europeos modernos al continente americano causó medio siglo de debates sobre si los habitantes de las Américas eran o no verdaderamente humanos, dependiendo de esa decisión qué leyes se iban a implementar y si se iba a evangelizar y cómo a los nativos.

El punto culminante de esos debates ocurrió en Valladolid, España, entre 1550 y 1551, cuando Bartolomé De las Casas defendió la humanidad de los nativos y Juan de Sepúlveda se expresó a favor de la esclavización de esos nativos.

Muchos de los argumentos  usados tanto por De las Casas como por Sepúlveda se basaron en argumentos antes presentados por el filósofo griego Aristóteles y en particulares interpretaciones de la Biblia. Y muchos de esos mismos argumentos reaparecerían siglos después en el debate sobre mantener o abolir la esclavitud en Estados Unidos y, en épocas mucho más recientes, sobre la necesidad o no de una reforma inmigratoria en este país y las características de esa reforma.

Como lo demuestra este brevísimo recorrido histórico, la definición de quién es verdaderamente humano y quién no lo es siempre sucede en un contexto histórico, es decir, cambia de época en época. Y, como explica Butler (siguiendo a Foucault), nunca se trata sólo de una cuestión de conocimiento, sino que siempre es una cuestión de poder.

En definitiva, la respuesta a la pregunta quién es auténticamente un ser humano, quién lo es menos y quién no lo es en absoluto, y, por lo tanto, qué significa ser humano y cómo se expresa ese significado en la vida diaria, siempre es provisional e históricamente contextualizada.

Me pregunto entonces si no será que debemos repensar el enfoque casi simplista usado por la cultura occidental para definir la humanidad de los seres humanos y si, a la vez, no será que tenemos que prepararnos para un drástico cambio de esa definición. En mi opinión, ese cambio ya se está gestando. 

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