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Proyecto Visión 21

La incertidumbre del futuro usada como excusa para ignorar el futuro

Con bastante frecuencia, cada vez que hablo del futuro alguien afirma que, como el futuro no existe, no debemos preocuparnos por el futuro, usando así la falta de certeza total sobre el futuro como una excusa para ignorar y hasta desentenderse de ese futuro. Sin embargo, cada vez queda más claro que el futuro es lo único que existe. 

Aquellos que afirman que sólo se le debe prestar atención al presente porque el pasado ya no es y el futuro aún no es (es decir, ni uno ni otro existen) piden que nos aferremos a una efímera transición, siempre en movimiento a la que se le adjudica algún tipo de entidad a pesar de que solamente sirve de puente entre dos elementos (supuestamente) inexistentes.

Y aquellos que, con mayor tino, nos recuerdan que no debemos confundir el presente con el ahora, ya que el ahora incluye una dimensión psicológica y, por lo tanto, consciente, aun así, no explican de qué manera el enfocarse en el ahora resulta más beneficioso que crear (o, mejor aún, cocrear) un futuro. 

Se podría decir que las dos principales razones para aferrarse al presente son el deseo de que nada cambie (como generalmente lo desean aquellos a quienes la vida permanentemente les sonríe) o la creencia fatalista de que, aunque todo nos vaya mal, nada cambiará porque ni nosotros ni nadie puede provocar ese cambio.

Pero ni la repetición del presente ad infinitum ni la perpetuación del pasado resultan posibles ni aconsejables en una época de cambios profundos, impensables, inconsultos, globales e irreversibles. De hecho, quienes llenan todo su presente con su pasado no dejan lugar para el futuro y, por lo tanto, viven en mundos cada vez más y más pequeños.

Por eso, podría decirse que quienes dicen que el futuro no se puede conocer lo dicen porque están encerrados en el presente o, peor aún, quedaron esclavizados por el pasado. Sin saberlo y sin haber reflexionado sobre el tema, generalizan sus limitaciones y usan esa generalización como la base para despreocuparse del futuro. 

Lo que dicen que no existe (el futuro) es lo que los podría “salvar” (por decirlo de alguna manera), y no por algún tipo de avance tecnológico o de descubrimiento científico, sino por el futuro mismo que, precisamente por ser indeterminado, genera un malestar existencial que, bien entendido, nos sacude, nos remueve de nuestro encierro y, si se nos permite, nos hace trascendentales al obligarnos a salir de nosotros mismos.

Pero existe un grave problema: el futuro es incompatible con el narcisismo ahora imperante. Narciso (el del famoso mito) sólo quería ver su imagen no distorsionada y tanto era su apego a sí mismo que prefirió la muerte antes de ver una imagen distinta de sí mismo. Pero ni la muerte resultó liberadora. 


De hecho, se necesita más valentía existencial y madurez personal para abrir la mente, el corazón y la voluntad al futuro, a la ambigüedad, a la indeterminación que las fuerzas necesarias para (supuestamente) perpetuar el narcisista pasado.   

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