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Proyecto Visión 21

En el escenario de esta vida todos somos protagonistas

Recientemente tuve la oportunidad de asistir a la ceremonia de entrega de premios en una escuela secundaria en la ciudad donde resido. En ese evento nuevamente me encontré con la gran contradicción entre lo que se dice y lo que hace en las escuelas.

La directora, los decanos estudiantiles y numerosos profesores exaltaron reiteradamente las virtudes académicas de los estudiantes como base para el otorgamiento de los premios. Pero al final de la ceremonia la gran mayoría de los premiados lo fueron por su desempeño atlético y deportivo, no por sus logros académicos.

De hecho, los dos alumnos que recibieron el premio de honor como “estudiantes sobresalientes” fueron, vaya casualidad, el mariscal de campo del equipo de futbol americano de la escuela y de las más destacadas “cheerleaders” (animadora de los simpatizantes).

Ambos estudiantes son muy populares en la escuela, aunque no se los reconoce precisamente por su alto desempeño académico o su extraordinario servicio a la comunidad.

Estoy absolutamente seguro que estos dos alumnos son excelentes personas y muy dedicados cada uno de sus respectivas actividades.

El tema no es quiénes son estos alumnos o lo que ellos hacen, sino la contradicción a nivel directivo entre alabar el alto desempeño académico pero después premiar públicamente a quienes son populares, precisamente por ser populares.

Estoy seguro que muchos jóvenes que se concentran en el estudio no lo hacen esperando un premio ni mucho menos para ser populares. Pero claramente se les envía un doble mensaje cuando año tras año de sus cuatro años en la escuela secundaria de los insta a lograr altas metas académicas, pero en el momento de premiar a alguien se elige a las personas más populares y vistosas.

Para que quede claro, no tiene nada de malo dedicarse a actividades atléticas o deportivas. De hecho, numerosísimos alumnos merecidamente obtienen de esa manera sus becas para ir a la universidad.

Lo que rechazo es cuando desde el nivel directivo se dice una cosa pero se hace otra, se habla de algo, pero se fomenta otra cosa, se proclaman los méritos del estudio, pero se premia en público la popularidad, la fama, los aplausos.  El estereotipo aplasta al mérito, y los hechos a los dichos.

La conclusión es que la escuela prepara a los estudiantes para la vida real, en la que miles y miles de personas esperan ansiosamente la edición semanal de una cierta revista de deportes ilustrados, pero son comparativamente pocos los que esperan con la misma ansiedad los reportes sobre los avances en física o astronomía.

El mensaje que reciben aquellos alumnos que no son ni académicamente brillantes ni atléticamente populares es que a ellos no les queda otra alternativa que ser meros espectadores de lo que hagan sus compañeros más talentosos.

Sin embargo, no es ni debería ser así. Cada persona, sin importar su edad, su educación, su origen o el color de su piel, tiene un papel protagónico en este mundo. Nadie en esta vida es nada más que un actor de reparto.

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