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Proyecto Visión 21

El curioso caso de llevar puesta una ideología sin saberlo

Recientemente participé en un evento comunitario que requería cierta formalidad, por eso me sorprendió encontrarme en el lugar con un muchacho que, sin el saco y la corbata que los otros hombres usaban, llegó vestido con una camiseta (playera) del Barcelona, el conocidísimo club de futbol español. 

Al final del encuentro, me acerqué al muchacho para felicitarlo por la excelente elección de su camiseta (y también lo hubiese felicitado si la camiseta hubiese sido del Boca Juniors, pero no muchos otros clubes.) Aproveché entonces a preguntarle si le gustaba el Barcelona (algo que me pareció obvio) y el futbol en general. 

Su respuesta fue una sola palabra: “¿Qué?”

Luego, el muchacho explicó que se había comprado esa camiseta porque le gustaron los colores, desconociendo toda conexión de esos colores con el Club Barcelona o con el fútbol. Y la pregunta sobre si conocía a Leonel Messi fue respondida con “¿Quién?”, dejando en claro que, para ese muchacho, “su” camiseta era sólo una conjunción de agradables colores y nada más. 

La situación me recordó a imágenes que se repiten con cierta frecuencia en los medios sociales y en campañas de recaudación de fondos en las que se muestra a niños en situación de pobreza vistiendo camisetas de equipos del fútbol americano de los que, casi con toda seguridad, esos niños no conocen absolutamente nada. 

Pero la experiencia de haberme encontrado con alguien que viste una camiseta del Barcelona sin saber nada del Barcelona me hizo pensar en algo distinto, es decir, en la posibilidad de “vestirnos” de cierta creencia, dogma o ideología y “llevarla puesta”, sin conocer nada en absoluto de esa ideología. 

Se dice que la ideología más difícil de entender es precisamente aquella que aceptamos y en la que creemos, porque se nos presenta como algo “normal” e incluso “obvio” que, por eso mismo, no necesita ser pensada, ni repensada, ni desafiada. 

Y luego caminamos por la vida mostrando los colores de esa ideología, sin saber en realidad de qué se trata. Y si alguien nos felicita o nos critica por “vestir” esa ideología y nos pregunta por qué la hemos adoptado, probablemente responderemos, como me respondió el joven antes mencionado, “Porque me gusta”. 

De hecho, existen numerosos casos así, sin importar que se trate de política, de religión, de economía o de lo que fuere. La persona en cuestión se viste con “su” camiseta y la lleva puesta a todos lados, sea prudente o no hacerlo, sea cortés o no hacerlo, en muchos casos ignorando el significado de los colores qué está mostrando.

Peor aún, esa ignorancia, sumada al apego a los colores, impide todo diálogo y las respuestas, si las hay, se limitan a monosílabos generalmente enmarcados en una sonrisa teñida de desdén.

Seamos honestos: todos llevamos puesta una “camiseta de ideología” que no vemos o que desconocemos. Por eso, leemos libros sagrados como si fuesen manuales de economía y hasta contribuimos alegremente a nuestra propia deshumanización. 

Si alguien te pregunte por tu camiseta, abre los ojos. 

 

 

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