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Proyecto Visión 21

“Todavía somos esclavos” afirmó asombrada la mujer

Recientemente me invitaron a participar de un encuentro de dirigentes comunitarios de varias organizaciones y grupos para desarrollar un proyecto en común. En la segunda hora del encuentro y sin previo aviso, una de las participantes se paró y anunció “Todavía somos esclavos”, para el asombro de ella misma y del resto de los congregados.

La mujer, una veterana dirigente afroamericana, contó entonces que cuando ella era una niña, sus abuelos cultivaban la mayoría de sus frutas y verduras en lo que en aquella época eran las afueras de la ciudad. Luego, ya en su juventud, esos cultivos fueron prohibidos por las autoridades locales, por lo que la tarea se trasladó a un jardín comunitario.

Y hace pocas semanas ese jardín fue cerrado, debido a la falta de cooperación entre el dueño del lugar y las autoridades locales sobre uso del agua para regar las plantas.

Al reflexionar sobre ese hecho, la dirigente afirmó que su pueblo (y, agrego yo, lo mismo les pasa a muchos otros pueblos) que, aunque supuestamente libres, ni siquiera pueden producir sus propios alimentos o decidir qué van a comer. De esa manera, dijo, no solamente las comidas tradicionales, sino también las historias que acompañan a esas comidas se van perdiendo.

Y una vez que se pierde la memoria propia y comunitaria, cuando uno ya no sabe lo que come ni por qué lo come, y, aún peor, uno ni siquiera sabe quién es uno mismo, por más libre que uno se sienta, por más oportunidades que uno tenga, uno se ha vuelto esclavo.

La dirigente estableció un breve paralelismo con la esclavitud de la comunidad africana y afroamericana en Estados Unidos, pero inmediatamente regresó al presente, afirmando que “nuestra esclavitud” (sus palabras) es aún peor, porque por lo menos los esclavos del pasado se sabían esclavos, mientras que nosotros nos creemos libres.

Esas expresiones me recordaron un artículo de febrero de este año en el que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han (que reside en Alemania) afirma que “Ahora uno se explota a sí mismo y uno cree que está realizándose”.

Específicamente, dijo Han, la sociedad que Orwell describe en su famoso libre 1984 era “una sociedad consciente de que estaba siendo dominada”. Pero hoy, según este filósofo, “no tenemos ni consciencia de la dominación”.

Para Han, ahora vivimos en una constante autoexplotación y “con pavor hacia el otro”. Por eso, vivimos “en el desierto o el infierno de lo igual”. Y entonces, ¿en qué sentido somos esclavos? En que ya no podemos ser distintos porque ser distintos significa ser iguales a todos los que quieren ser distintos. Aún peor, ser distinto ahora equivale a “diferencias comercializables”.

¿Cómo se sale entonces de ese encierro que lleva a abolir la realidad? Han propone una fórmula sencilla: cultivar un jardín propio como una manera de retomar el contacto con la realidad de “colores, olores y sensaciones”, es decir, con lo otro, lo distinto, lo diferente.

Intuitivamente, la dirigente afroamericana ya lo sabía. Esa es la verdadera sabiduría.

 

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