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Proyecto Visión 21

¿Por qué siempre asumen que yo soy el equivocado?

Francisco Miraval

Debo confesar que ya me molesta que siempre se asuma casi automáticamente que yo soy el equivocado. No sé si me apariencia, mi edad, mi acento o lo que fuere genera esa respuesta, pero la frecuencia con la que la recibo ya está casi al límite de lo que puedo tolerar. Y a las pruebas me remito.

La semana pasada, por ejemplo, completé la traducción de un texto de cierta complejidad por la cantidad de términos financieros incluidos. Envié la traducción y al día siguiente recibí un mensaje de alguien claramente enojado diciendo que la traducción estaba incompleta y que, si yo no corregía el error inmediatamente, no me pagarían.

Sin necesidad de abrir el archivo que yo había enviado (aunque lo hice sólo por curiosidad), yo sabía que ese “error” no existía, y así se lo hice saber a esta persona. Luego me enteré que esa persona estaba mirando el archivo en cuestión usando una aplicación en su teléfono inteligente, que sólo le permite ver parte del texto.

Pero en vez de asumir que sólo tenía acceso a parte del texto, asumió que yo había cometido un error. Y ya me cansa ser declarado culpable y luego tener que probar mi inocencia.

Hace dos semanas, me invitaron a hacer una presentación sobre educación para un grupo de jóvenes. Llegué al lugar indicado y a la hora indicada y en el día establecido a donde se suponía que debería ser la reunión, sólo para encontrarme con una sala vacía.

Le pregunté a la recepcionista qué estaba sucediendo y me dijo que yo estaba equivocado, que probablemente yo me había olvidado de las vacaciones de primavera y que, por esas vacaciones, no había actividad ese día en ese lugar.

Tan segura estaba esa recepcionista de mi “error” que hasta me pidió de regresar otro día. Pero entonces comenzaron a llegar los participantes del evento y quedó claro que “mi” error no era tal, sino que realmente había una presentación ese día en ese lugar y en ese horario. ¿Por qué, entonces, se asume que yo soy el equivocado?

Y en otra conversación, hace ya algunas semanas, alguien me pidió mi opinión sobre una cierta traducción del inglés al español. La traducción, aunque corta, confundía dos significados de una palabra en inglés (“race”) y el resultado era una expresión peligrosamente inaceptable.

Así lo expresé y, como era de esperar, la respuesta fue que el equivocado era yo, dicho por alguien que sólo habla un idioma y como si yo no conociese sobre traducción.

¿Hasta dónde se puede tolerar que se nos señale como eternamente equivocados? ¿Por qué lo que otros dices debe ser aceptado sin discusión pero lo que uno dice o expresa es rechazado sin discusión?

No lo sé. Pero sí se dos cosas. Primero, en ninguno de los casos anteriores jamás hubo ni la más remota expresión de “Lo siento. Usted tenía razón” (tampoco la esperaba). Segundo, debo evitar caer en la trampa de creerme el dueño de la verdad.

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