Francisco Miraval
La legislatura de Colorado ha cambiado en pocos meses durante su sesión de este año lo que no se pudo cambiar durante los diez años pasados. Esos cambios son tantos y tan rápidos que parece difícil adaptarse simultáneamente a todos ellos. Y los legisladores de Colorado no son los únicos que impulsan tantos cambios durante una sola sesión.
Colorado, que antes rechazaba la marihuana, aprobó el uso recreativo de esa sustancia por voto popular en noviembre pasado. Colorado, que antes rechazó en numerosas oportunidades el otorgarle aranceles reducidos a estudiantes universitarios indocumentados, este año aprobó esa medida.
Y esos son sólo dos de los cambios, ya que en lo que va de la actual sesión también se aprobaron las uniones civiles (la ley entrará en efecto el 1 de mayo) y medidas para regular la compra, venta y uso de armas de fuego. Control de armas de fuego en Colorado, algo impensable hasta hace poco tiempo.
Además, se está debatiendo la abolición de leyes anti-inmigrantes vigentes desde 2006, la abolición de la pena de muerte, y la oferta obligatoria de desayunos gratis dentro del horario de clases en las escuelas con más del 70 por ciento de estudiantes provenientes de familias carenciadas.
Súmese a eso las nuevas reglas, multas e impuestos para empresas petroleras y de gas natural y Colorado, conocido hasta hace poco por ser bastante conservador, se ha vuelto casi irreconocible. Y eso no quiere decir que lo que está sucediendo sea algo malo o negativo. De hecho, en muchos casos, ya era hora de actualizar leyes que habían quedado obsoletas en el marco de las actuales costumbres sociales.
Hablo de Colorado porque es el estado en el que resido y porque es donde más puedo apreciar los profundos y rápidos cambios sociales. Pero sé que lo mismo está sucediendo en muchos otros estados. De hecho, está sucediendo en todo el país y en muchos otros países, siempre con dispares y entremezcladas reacciones por parte de aquellos que provocan, padecen o presencian todos estos cambios.
¿Qué provoca estos cambios? Las razones son muchas y su análisis excede los límites de esta columna. Sólo diremos que queda claro que un recambio generacional (del que los hispanos participan activamente) junto con las nuevas tecnologías y la globalización (bidireccional, dicho sea de paso) parecen haber creado, fomentado y solidificado la aceptación de una nueva realidad social.
Ya en la antigüedad (Heráclito, por ejemplo) se afirmaba que todo cambia. Y a veces (Ovidio, por ejemplo), no queda claro ni quién está manipulando los hilos detrás de tantos cambios ni en qué nos estamos transformando. Quizá (Kafka), nos estemos transformando en criaturas indeseables. O quizá (Nietzsche), en seres transhumanos.
Sea como fuere, lo cierto es que los cambios están sucediendo, son innegables, resultan imparables y parecen abrumadores. También es cierto que estamos en una nueva realidad en la que el pasado se olvida, el presente se nubla y el futuro no siempre llega. Pero no por eso podemos o debemos dejar de cambiar.