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Proyecto Visión 21

¡Cuidado! Leer (esta columna) puede alterar su cerebro

Francisco Miraval

¿Por qué y para qué leemos? ¿Y cuáles son los resultados y las consecuencias de la lectura?

En las primeras páginas de su libro El Galano Arte de Leer, publicado en México en 1959, Manuel Michaus y Jesús Domínguez enumeran 21 razones para leer en voz alta y otras 20 razones para leer en silencio.

Se lee en voz alta, dicen estos autores, para practicar, o como parte de un drama, o como un ejercicio de oratoria. Y se lee en silencio, entre otras razones, para reconocer significados, para recrear historias o para memorizar. (El resto del libro incluye una agradable selección de cuentos e historias que ejemplifican esas y otras razones.)

Pero más allá de las razones para leer, ¿qué pasa cuando uno lee? Antes de responder a esa pregunta, debemos preguntarnos esta otra: ¿quién lee?

Leer, claro está, no siempre fue una habilidad disponible para la mayoría de la población. Se estima que hace mil años, sólo el 5 por ciento de los residentes en Europa sabían leer. En la actualidad, según el Instituto de Estadísticas de la UNESCO, casi el 85 por ciento de los mayores de 15 años del mundo saben leer. Y esa cifra llega a casi el 90 por ciento entre quienes tienen 15 y 24 años.

Obviamente, existen diferencias en cuanto a género –el nivel de lectura entre mujeres es significativamente inferior al de los hombres– y en cuanto a países. Pero dejando de lado esas diferencias, lo cierto es que, según UNESCO, en la mayoría del planeta más del 80 por ciento de la personas sabe leer. ¿Y qué pasa cuando lo hace?

Según un estudio publicado hace pocos meses en la revista especializada Brain Connectivity por investigadores del Centro de Estudios Neurológicos de la Universidad Emory (en Atlanta, Georgia), leer produce cambios en el cerebro y esos cambios perduran desde unos pocos días hasta toda la vida.

Dirigidos por el neurocientífico Gregory Berns, los investigadores compararon durante 19 días la actividad cerebral de 21 estudiantes voluntarios antes y después de leer cierta cantidad de páginas de una novela (Pompeya, por Robert Harris). El estudio se enfocó en “los efectos neurales” de la lectura, y no sólo en las consecuencias o beneficios cognitivos de leer.  

Berns y sus colaboradores realizaron escáneres de resonancia magnética de los cerebros de los estudiantes en reposo (antes de leer) y otros escáneres similares después de que los estudiantes completasen la lectura. Además, por medio de cuestionarios, se verificó que los participantes realmente habían leído las porciones señaladas de la novela mencionada.

El resultado fue claro: leer activa la conectividad en la zona del córtex cerebral habitualmente asociada con el lenguaje y esa conectividad perdura incluso después de leer. Y la conectividad también se activa en la zona del cerebro asociada con motricidad. Berns compara la situación con los beneficios que genera ejercitar los músculos.

En definitiva, leer tiene efectos profundos y a largo plazo en la biología del cerebro y ayuda a mejorar el desempeño cerebral.

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